La ventana abierta deja entrar el viento que golpea mi cara, me hace sentir pequeñas punzadas por todo el rostro, mantengo mis ojos cerrados, los aprieto un poco y desearía estar en algún otro lugar que no fuera ese pequeño cuarto de paredes asfixiantes.
Me levanto de la silla, recorro lentamente el camino al baño y enciendo la luz, mientras mis pupilas se acostumbran al resplandor amarillento del foco busco un trozo de papel. Me veo en el espejo, y froto mi cara con el papel, primero suavemente, luego desesperadamente, luego furiosamente, luego inconsolablemente. No, no se desvanece nada, sigue ahí, dentro.
Abro la puerta del balcón y salgo, aún cae un poco de gotas sobre la sombría ciudad, recargo mis brazos contra el barandal y puedo sentir el frío calándome en la piel, pero no los quito. Saco un cigarro de mi bolsillo y lo enciendo, lo sostengo con mi mano izquierda, lo dejo consumir lentamente, no lo acerco ni una vez a mis labios, finalmente se termina y dejo caer la colilla a la calle, donde arde por unos segundos más antes de extinguirse el brillo rojizo. Escucho un ligero rumor de música que no logro distinguir; saxofón quizá, tambores talvez, piano no lo sé.
Entro al cuarto, el cuarto de paredes asfixiantes, busco algo que no he perdido, encuentro algo que no he buscado... mi vida es un desorden. Cojo mis llaves, salgo corriendo, no recuerdo si cerré la puerta y en cuanto estoy en las escaleras me arrepiento de haber salido, aún así no me detengo, bajo corriendo y al llegar al último escalón resbalo y caigo al piso, sólo un ruido seco se escucha en el lugar.
Me levanto, y salgo a la calle, recorro el mismo camino de todos los días, veo la misma gente en los negocios, entro en una tienda de abarrotes, paso los pasillos pero no veo algo que quiera. Me desespero y compro finalmente una cajetilla de cigarros que sé nunca fumaré.
Regreso al cuarto de paredes asfixiantes y extrañamente me siento seguro. Salgo una vez más al balcón y enciendo otro cigarro, esta vez sí lo fumo mientras veo las delgadas siluetas negras y grises de la ciudad, pequeñas puertas en largos muros, mohosas tejas en techos demasiado inclinados, sucias vidrieras en ventanas cerradas.
Repentinamente la lluvia regresa junto al viento, siento como las gotas se deslizan por mis brazos hasta caer hacia el pavimento de la calle. Tengo frío una vez más, pero no me importa, mi mirada se pierde en la infinidad de edificios, unos más altos que otros, unos más anchos que otros.
No resisto más, entro, camino a la cama y me recuesto, intento dormir, intento soñar, intento escapar. Sin esperarlo todo en mi mente se aclara, sé que hacer, me incorporo y voy a la cocina, saco un puño de cajas de medicinas y quito desesperadamente las pastillas del plástico protector.
Estoy de regreso en la cama, tomo todas las pastillas de un golpe, un vaso de agua me ayudaría, pero ya no hay más tiempo. El rumor de música llega una vez más y esta vez sí lo distingo, un triste y melancólico jazz quizá de un músico callejero, sólo entonces recuerdo que olvidé cerrar la puerta del balcón del cuarto de paredes asfixiantes, mi cuarto de paredes asfixiantes.
"I wanna breeze and an open mind
I wanna swim in the ocean
Wanna take my time for me
All me"
