Lo que contaré a continuación realmente pasó:
Era temprano y yo iba caminando rápidamente con la
mente en algún otro lugar, ya era tarde para llegar al lugar donde había
quedado de juntarme con mis amigos. Al cruzar la calle Jiménez prácticamente
corriendo, sentí como mi pie se atoraba en algo que parecía ser muy pesado, una
especie de piedra a la mitad de la calle, volteé hacia abajo y vi una cartera,
demasiado vieja, parecía haber estado ahí por tanto tiempo que el sol se había
comido el color de la tela.
Antes de que pudiera darme cuenta ya me había agachado
para recogerla, y la examiné lentamente, la abrí buscando alguna identificación
de la persona que pudo haberla perdido, pero no encontré nada, ni una sola
tarjeta de presentación que pudiera ayudarme a saber algo del dueño de la cartera.
En el espacio de billetes vi algunos trozos de papel antiguos, pero algo atrajo
mi mirada como si fuera algo que no pudiera dejar de ver, era un trozo de papel
rojo, doblado varias veces.
El ruido de los coches acercándose a mí me hizo correr
a la banqueta por temor a ser atropellado, antes de esto eché rápidamente la
cartera dentro de mi mochila.
Una vez en la banqueta, no pude resistir la tentación
por saber que sería ese trozo de papel rojo dentro de la cartera que me había
llamado tanto la atención, sin embargo iba demasiado tarde para reunirme con
mis amigos, así que decidí correr a la parada de autobuses, llegué justamente
cuando salía el transporte, y lo abordé.
Busqué un asiento casi al final, y a pesar que no
podía sacar de mi mente la cartera decidí esperar hasta que al conductor arrancara.
Después de esto, busqué desesperadamente la cartera dentro de mi mochila, la
saqué y la abrí para buscar el trozo de papel rojo. Mis ojos desesperados
examinaban la cartera y de entre el montón de papeles multicolores mis dedos lo
cogieron de inmediato.
Tenía los bordes blancos y demasiado marcados, como
una vieja carta que se dobla y se desdobla repetidamente para leerla varias
veces. La abrí lentamente, casi con miedo de que se desintegrara en mis manos.
Una vez que la pude desdoblar comencé a leerla.
Sentí como mi corazón se aceleraba y mis manos
sudaban, tenía razón, sí era una carta, una carta dirigida a nadie más que
a mí. En ella se detallaba toda mi
vida, desde la hora a la que había nacido hasta detalles que a nadie jamás
había revelado.
Esto no puede estar pasando, me decía repetidamente
mientras alejaba la vista de la carta roja, debe ser mi imaginación. Debí haber
estado mucho tiempo viendo la carta, porque cuando volteé a mi alrededor la
mayoría de los asientos estaban vacios, un pequeño niño estaba jugando con un
viejo y desgastado avión en el asiento frente a mí, me miraba fijamente, cuando
me di cuenta de su presencia intenté sonreírle, pero él de la forma más natural
me dijo “es mejor que sigas leyendo”, y continuó en su juego como si no le
importara que estuviera ahí.
Regresé la vista a la carta ansiosamente como quién
sabe que dentro de la carta hay noticias de la familia que hace mucho tiempo no
ve. Seguí leyendo, toda mi vida estaba escrita en esa carta, pero en especial
el día en que encontraba una extraña cartera y el trozo de papel rojo dentro de
ella.
Se especificaba como la encontraría, la ropa que
llevaría y porque no había usado ese pantalón negro que me gusta porque estaba
sucio del día de ayer que accidentalmente derramé café sobre él, como el
autobús olería ligeramente a rosas por el señor que las llevaría a su esposa
por ser el día de su aniversario de bodas. A ese punto no podía más, alejé la
mirada y volteé a mi alrededor.
Estaba lleno de gente, y el pequeño niño ya no estaba
ahí, en su lugar una señora con varías cosas volteó hacia mí y como el niño me
repitió de manera natural “es mejor que sigas leyendo”.
Retomé la lectura una vez más, eran demasiados
detalles que difícilmente yo podía recordar, repentinamente todo el contenido
de la carta cambió ante mis ojos, los detalles desaparecieron y lo único que
podía leer en el trozo de papel rojo era: BAJA DEL AUTOBÚS YA. En ese momento me pareció demasiado confuso, pero me di
cuenta que el autobús no avanzaba, levanté la vista hacia el frente, el
conductor y el resto de los pocos pasajeros que aún estaban ahí tenían su ojos
fijos en mí, esperando a que bajara, doble rápidamente la carta y la puse
dentro de la cartera que guardé en mi mochila. Me paré y caminé a la puerta de
salida que ya estaba abierta, bajé y me senté en la banca de la parada de
autobús.
En un principio no sabía donde estaba, no pude
reconocer el lugar, y no me parecía familiar dentro de la ruta normal del
transporte. Abrí la mochila para buscar la carta y seguir leyéndola. La
desdoblé y una vez más me di cuenta que el contenido había cambiado, esta vez
lo único que decía era “regresa a casa, tú eres el único que podrá resolverlo”.
Como una tormenta llegaron a mi cabeza ideas de lo que
podía haber pasado, y pensé que tendría que ver algo con la reciente discusión
de mis padres por problemas económicos. Guardé todo por última vez y crucé la
calle para subir al autobús que estaba por llegar, no hubo necesidad que me
fijara a donde iba, sabía que me llevaría a casa.
Ahora estoy frente de la casa, está obscuro, aunque no
sentí que hubiera estado más de 2 horas fuera de mi casa. Busco las llaves
dentro de mi mochila, camino lentamente a la puerta de la entrada, ni una sola
luz se alcanza a ver por los vidrios de las ventanas. Escucho la cerradura crujir
mientras doy vuelta a la llave, y las bisagras hacen un ruido tétrico mientras
abro la puerta cuidadosamente.
Todo está completamente obscuro, grito el nombre de mi
madre… nada. Grito el nombre de mi padre… nada. Grito el nombre de mi perro…
nada y, por alguna razón que aún no logro comprender del todo, grito mi propio
nombre, y por respuesta escucho una voz demasiado familiar que viene de alguna
parte del primer piso, subo uno a uno los escalones con pesadumbre y miedo de
qué encontraré, un haz de luz me indica que es en mi habitación a donde debo
ir, veo la puerta entreabierta, la empujo lentamente, mientras me acostumbro a la
luz lo único que distingo es una silueta sobre mi cama. Froto mis ojos y
descubro que las silueta que está sobre la cama soy yo.
Lo que acabo de contar realmente pasó, o al menos eso
me quiere hacer creer ese ser que es idéntico a mí y que me encierra en el clóset cada vez que alguien toca a
la puerta de mi habitación.