Coco, coquito.

Posted by mr! | Posted on 20:23

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Hoy, te odio. Ser peludo, de largas y afiladas garras, pequeños y lascivos dientecitos. Ser bipolar de románticos ronroneos e ira desmedida. Ente sigiloso, observador y silencioso. Hoy, te odio, igual que hace dos semanas, quizá un poco más. Pero ven, ven a mí puerta, maúlla y saldré rápidamente para no-odiarte más.

la carta roja dentro de la cartera

Posted by mr! | Posted on 21:28

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Lo que contaré a continuación realmente pasó:

Era temprano y yo iba caminando rápidamente con la mente en algún otro lugar, ya era tarde para llegar al lugar donde había quedado de juntarme con mis amigos. Al cruzar la calle Jiménez prácticamente corriendo, sentí como mi pie se atoraba en algo que parecía ser muy pesado, una especie de piedra a la mitad de la calle, volteé hacia abajo y vi una cartera, demasiado vieja, parecía haber estado ahí por tanto tiempo que el sol se había comido el color de la tela.

Antes de que pudiera darme cuenta ya me había agachado para recogerla, y la examiné lentamente, la abrí buscando alguna identificación de la persona que pudo haberla perdido, pero no encontré nada, ni una sola tarjeta de presentación que pudiera ayudarme a saber algo del dueño de la cartera. En el espacio de billetes vi algunos trozos de papel antiguos, pero algo atrajo mi mirada como si fuera algo que no pudiera dejar de ver, era un trozo de papel rojo, doblado varias veces.

El ruido de los coches acercándose a mí me hizo correr a la banqueta por temor a ser atropellado, antes de esto eché rápidamente la cartera dentro de mi mochila.

Una vez en la banqueta, no pude resistir la tentación por saber que sería ese trozo de papel rojo dentro de la cartera que me había llamado tanto la atención, sin embargo iba demasiado tarde para reunirme con mis amigos, así que decidí correr a la parada de autobuses, llegué justamente cuando salía el transporte, y lo abordé.

Busqué un asiento casi al final, y a pesar que no podía sacar de mi mente la cartera decidí esperar hasta que al conductor arrancara. Después de esto, busqué desesperadamente la cartera dentro de mi mochila, la saqué y la abrí para buscar el trozo de papel rojo. Mis ojos desesperados examinaban la cartera y de entre el montón de papeles multicolores mis dedos lo cogieron de inmediato.

Tenía los bordes blancos y demasiado marcados, como una vieja carta que se dobla y se desdobla repetidamente para leerla varias veces. La abrí lentamente, casi con miedo de que se desintegrara en mis manos. Una vez que la pude desdoblar comencé a leerla.

Sentí como mi corazón se aceleraba y mis manos sudaban, tenía razón, sí era una carta, una carta dirigida a nadie más que a  mí. En ella se detallaba toda mi vida, desde la hora a la que había nacido hasta detalles que a nadie jamás había revelado.

Esto no puede estar pasando, me decía repetidamente mientras alejaba la vista de la carta roja, debe ser mi imaginación. Debí haber estado mucho tiempo viendo la carta, porque cuando volteé a mi alrededor la mayoría de los asientos estaban vacios, un pequeño niño estaba jugando con un viejo y desgastado avión en el asiento frente a mí, me miraba fijamente, cuando me di cuenta de su presencia intenté sonreírle, pero él de la forma más natural me dijo “es mejor que sigas leyendo”, y continuó en su juego como si no le importara que estuviera ahí.

Regresé la vista a la carta ansiosamente como quién sabe que dentro de la carta hay noticias de la familia que hace mucho tiempo no ve. Seguí leyendo, toda mi vida estaba escrita en esa carta, pero en especial el día en que encontraba una extraña cartera y el trozo de papel rojo dentro de ella.

Se especificaba como la encontraría, la ropa que llevaría y porque no había usado ese pantalón negro que me gusta porque estaba sucio del día de ayer que accidentalmente derramé café sobre él, como el autobús olería ligeramente a rosas por el señor que las llevaría a su esposa por ser el día de su aniversario de bodas. A ese punto no podía más, alejé la mirada y volteé a mi alrededor.

Estaba lleno de gente, y el pequeño niño ya no estaba ahí, en su lugar una señora con varías cosas volteó hacia mí y como el niño me repitió de manera natural “es mejor que sigas leyendo”.

Retomé la lectura una vez más, eran demasiados detalles que difícilmente yo podía recordar, repentinamente todo el contenido de la carta cambió ante mis ojos, los detalles desaparecieron y lo único que podía leer en el trozo de papel rojo era: BAJA DEL AUTOBÚS YA. En ese momento me pareció demasiado confuso, pero me di cuenta que el autobús no avanzaba, levanté la vista hacia el frente, el conductor y el resto de los pocos pasajeros que aún estaban ahí tenían su ojos fijos en mí, esperando a que bajara, doble rápidamente la carta y la puse dentro de la cartera que guardé en mi mochila. Me paré y caminé a la puerta de salida que ya estaba abierta, bajé y me senté en la banca de la parada de autobús.

En un principio no sabía donde estaba, no pude reconocer el lugar, y no me parecía familiar dentro de la ruta normal del transporte. Abrí la mochila para buscar la carta y seguir leyéndola. La desdoblé y una vez más me di cuenta que el contenido había cambiado, esta vez lo único que decía era “regresa a casa, tú eres el único que podrá resolverlo”.

Como una tormenta llegaron a mi cabeza ideas de lo que podía haber pasado, y pensé que tendría que ver algo con la reciente discusión de mis padres por problemas económicos. Guardé todo por última vez y crucé la calle para subir al autobús que estaba por llegar, no hubo necesidad que me fijara a donde iba, sabía que me llevaría a casa.

Ahora estoy frente de la casa, está obscuro, aunque no sentí que hubiera estado más de 2 horas fuera de mi casa. Busco las llaves dentro de mi mochila, camino lentamente a la puerta de la entrada, ni una sola luz se alcanza a ver por los vidrios de las ventanas. Escucho la cerradura crujir mientras doy vuelta a la llave, y las bisagras hacen un ruido tétrico mientras abro la puerta cuidadosamente.

Todo está completamente obscuro, grito el nombre de mi madre… nada. Grito el nombre de mi padre… nada. Grito el nombre de mi perro… nada y, por alguna razón que aún no logro comprender del todo, grito mi propio nombre, y por respuesta escucho una voz demasiado familiar que viene de alguna parte del primer piso, subo uno a uno los escalones con pesadumbre y miedo de qué encontraré, un haz de luz me indica que es en mi habitación a donde debo ir, veo la puerta entreabierta, la empujo lentamente, mientras me acostumbro a la luz lo único que distingo es una silueta sobre mi cama. Froto mis ojos y descubro que las silueta que está sobre la cama soy yo.

Lo que acabo de contar realmente pasó, o al menos eso me quiere hacer creer ese ser que es idéntico a mí  y que me encierra en el clóset cada vez que alguien toca a la puerta de mi habitación.

Lunes y Martes

Posted by mr! | Posted in , | Posted on 21:10

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Como estrellas y universos.
Devoro estrellas y universos.
Escupo pequeños seres indefensos.
Como asteroides y lunas.
Devoro asteroides y Lunes.
Escupo días y noches vacías.
Como noches estrelladas y mañanas soleadas.
Devoro noches estrelladas y mañanas moteadas.
Escupo meses interminables y días cálidos.
Como rocas y cristales.
Devoro rocas y cristales.
Escupo montañas y desiertos.
Como nubes y cúspides nevadas.
Devoro nubes y cúspides nevadas.
Escupo tormentas y días fríos.
Como aire y ríos violentos.
Devoro aire y ríos violetas.
Escupo olas y lagos flotantes.
Como llanuras y montes.
Devoro llanuras y mentes.
Escupo ideas y animales voladores.
Como volcanes y grutas.
Devoro volcanes y grullas.
Escupo oscuridad y calor sofocante.
Como bosques y mares.
Devoro bosques y Martes.
Escupo brisa marina y murmullos tranquilizantes.